Conflictos familiares
Conflictos familiares
El papel que juegan los padres en el desarrollo y maduración de la personalidad del niño es fundamental. Los niños necesitan sentirse queridos y protegidos por los padres, o en su defecto, por las personas que los sustituyen cuando éstos faltan por muerte, abandono, etc. La falta de afecto o privación afectiva padecida durante la infancia puede dar lugar a numerosos trastornos psicológicos y psicopatológicos que se manifiestan durante la misma infancia o, a veces, con la llegada de la adolescencia, pudiendo persistir en el adulto.
Las causas más frecuentes de privación afectiva infantil están directamente relacionadas con factores paternos, como muerte de uno o ambos padres, ausencia de alguno de ellos por abandono, emigración, divorcio o separación, falta de tiempo para dedicar a los hijos por exceso de trabajo o del número de hermanos, hijos dejados así totalmente a cargo de personas de servicio o ingresados en régimen de internado en colegios distantes del domicilio familiar, etc. En otras ocasiones, la falta de afecto procede más bien de un ambiente familiar deteriorado, con frecuentes disputas entre los padres delante de los hijos que pueden estar relacionadas con trastornos psicopatológicos de alguno de los progenitores del tipo del alcoholismo, drogadicción, personalidad psicópata, etc. En estos casos los niños pueden sufrir agresiones o malos tratos, con lo que el problema es aún más grave. La privación afectiva se puede vivir también en relación al resto de los hermanos, con la sensación de que los demás son los preferidos de los padres.
La enuresis nocturna, la tartamudez y el desarrollo neurótico de la personalidad son trastornos muy relacionados con la inseguridad en sí mismo que originan muchas veces las vivencias de privación afectiva cuando se acumulan de forma casi continua durante la infancia, pudiendo persistir, generalmente en forma de cuadros neuróticos, en la vida adulta. También son frecuentes entre los adultos y adolescentes el alcoholismo, las toxicomanías y las conductas suicidas como consecuencia de la privación afectiva infantil.
Cuando se añaden malos tratos, es decir, cuando el niño tiene que padecer conductas agresivas propiciadas por sus propios padres u otras personas a cuyo cargo está, lo más probable es que desarrolle una personalidad psicopática, por la cual el niño pretende reclamar afecto mediante conductas inadecuadas o incluso violentas, estableciéndose un patrón de conducta contradictorio. El niño ha aprendido que no recibe afecto y que sólo se le presta atención cuando "se porta mal", con lo que éste es el único medio que le queda para poder atraer la atención de sus padres. En la adolescencia, el progresivo establecimiento de esta psicopatía se traduce en comportamientos agresivos, que pueden hacer de ese niño un delincuente precoz.
Los tres estilos de relación familiar emocionalmente más inadecuados son los siguientes:
- Ignorar completamente los sentimientos de los hijos: Este tipo de padres considera que los problemas emocionales de sus hijos son algo trivial o molesto, algo que no merece la atención y que hay que esperar a que pase. Son padres que desaprovechan la oportunidad que proporcionan las dificultades emocionales para aproximarse a sus hijos y que ignoran también la forma de enseñarles las lecciones fundamentales que pueden aumentar su competencia emocional.
- El estilo laissez-faire: Estos padres se dan cuenta de los sentimientos de sus hijos, pero son de la opinión de que cualquiera forma de manejar los problemas emocionales es adecuada, incluyendo, por ejemplo, pegarles. Por esto, al igual que ocurre con quienes ignoran los sentimientos de sus hijos, estos padres rara vez intervienen para brindarles una respuesta emocional alternativa. Todos sus intentos se reducen a que su hijo deje de estar triste o enfadado, recurriendo para ello incluso al engaño y al soborno.
- Menospreciar y no respetar los sentimientos del niño: este tipo de padres suelen ser muy desaprobadores y muy duros, tanto en sus críticas como en sus castigos. En este sentido pueden, por ejemplo, llegar a prohibir cualquier manifestación de enojo por parte del niño y ser sumamente severos ante el menor signo de irritabilidad. Estos son los padres que gritan "¡no me contestes!" al niño que esta tratando de contar su versión de la historia. Dar al niño el afecto que necesita no significa ser excesivamente tolerante con él ni sobreprotegerle. El niño puede sentirse querido a pesar de que se le reprenda cuando es necesario si nota que esto se hace con cariño y rigidez a la vez. Es importante premiar afectivamente los esfuerzos, logros y conductas correctas que el niño va realizando y estableciendo progresivamente a lo largo de su vida. La sobreprotección del niño por parte de unos padres que están demasiado pendientes de lo que éste hace, diciendo por él en cualquier ocasión, no permitiéndole que haga nada que pueda resultar un poco arriesgado puede dar lugar a trastornos casi idénticos a los producidos por la privación afectiva, por lo que a la hora de educar a un hijo hay que buscar un punto de equilibrio ente ambas actitudes, un término medio en el que se le dé al niño el cariño que necesita, a la vez que se le ofrecen y exigen determinadas pautas de educación y comportamiento en sus relaciones con los demás, permitiéndole que poco a poco vaya tomando sus propias decisiones para favorecer un desarrollo amplio y adecuado de su personalidad.
Compartir
Share Tweet Pin it +1