Sonríe, canta, baila y salta
Por Neus Jordi
Sonreír, reír, cantar, saltar, bailar… Son acciones que aportan una energía positiva contagiosa. En la consulta de psicología de Psico-Impronta, cuando nuestro psicólogo trata casos de depresión, angustia o estrés, el mejor consejo que puede dar muchas veces es, simplemente, sonreír. Parece una tontería, pero es verdad: si le sonríes a la vida, la vida te sonreirá.
En nuestra sociedad parece que nos empeñamos en reprimir las emociones. “En la mesa no se ríe”, he oído alguna vez en un restaurante, los padres que regañan a unos niños excesivamente entusiastas. Ojalá todos volviésemos a reír y a disfrutar de la vida como niños.
Las emociones son innatas en el ser humano. A un recién nacido no hay que enseñarle a llorar: cuando necesita algo, lo reclama con el llanto; cuando está incómodo, o enfadado, se pone a llorar. Pero hace lo mismo con la sonrisa: sí, con días de vida un bebé ya es capaz de sonreír, lo hace inconscientemente, pero es su forma de decir que está a gusto, que está bien, probablemente disfrutando de los brazos de su padre o su madre.
¿Por qué habría que reprimir estas emociones tan naturales? Si estás feliz, ponte a bailar por la calle. El otro día lo probé: recogiendo a mi hija del cole, me puse a bailar. Su cara fue fascinante, su sonrisa radiante, estaba maravillada ante el buen rollo que desprendían esos simples movimientos. Por la calle, miradas y más sonrisas. Y entonces mi peque, que sólo tiene cinco años pero que a veces demuestra una madurez que asusta, me suelta: “Mamá, ¿por qué bailas? Los papás y las mamás no bailan por la calle”. Un simple comentario que refleja todo un entramado de represión, reglas y “el qué dirán”.
Venga, pruébalo. En serio, canta en el metro, baila por la calle y, sobre todo, sonríe. Sonríele a la camarera que sin querer ha derramado un poco de café, al funcionario en la ventanilla de Hacienda, a un desconocido con el que te cruces y que tenga cara de pocos amigos. Puede que le contagies el buen humor y que su día mejore…
Sí, es difícil hacerlo cuando las cosas no van bien, cuando los problemas se amontonan en casa, cuando en el trabajo tu jefe es una pesadilla, o cuando la vida te muestra su cara más desagradable. Pero ser feliz no es gratis, normalmente hay que esforzarse en ser felices. Seguramente tienes algún motivo para sonreír, pese a todo el follón que pueda agobiarte. Encuéntralo y exprímelo al máximo, para que esa energía positiva se extienda y contagie, para poderte rodear de otras personas felices, para regalar buenos momentos a tu familia y a tus amigos…
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